En
un lugar llamado Sarepta vivían una mujer viuda y su hijo. Era una
época de mucha hambre en Israel. No llovía desde que el profeta
Elías visitó al rey Acab y le informó de que no llovería a causa
de la idolatría.
Los
ríos y los arroyos se habían secado y las tierras no producían. La
terrible sequía había destruido las cosechas.
La
mujer salió a buscar madera para encender la cocina y hacer una
torta de pan; solo le quedaba un poco de harina y aceite, era todo lo
que tenían para comer.
-
Esta será nuestra última comida -pensó con tristeza.
Mientras
estaba recogiendo la leña se le acercó un hombre que le pidió
primero agua y después algo para comer. El hombre era el profeta
Elías que acababa de llagar a Sarepta pues Dios le había ordenado
que fuera a esa ciudad.
La
viuda le dijo al profeta: -Sólo tengo un poco de aceite y harina
para mi y para mi hijo. He salido a buscar leña para hacer una
torta, esta será nuestra última comida, después moriremos.
Pero
el profeta Elías insistió: -Prepárame una torta primero para mi,
después comeréis tu y tu hijo. No os va a faltar comida hasta que
vuelva a llover.
La
viuda hizo lo que Elías le pidió, preparó la torta y le dio de
comer primero al profeta.
Entonces
sucedió algo increíble. La viuda no podía ir a la tienda a comprar
porque no había nada en las tiendas, pero cada vez que se acercaba a
su cocina había harina y aceite en cantidad suficiente para hacer
unas buenas y ricas tortas.
Cada
noche la tinaja de harina y la vasija de aceite se rellenaban, y la
mujer viuda y su hijo no volvieron a pasar hambre.
Debido
a que ella compartió lo que tenía en su casa, nunca volvió a tener
necesidad.
Un
tiempo después el hijo de la viuda enfermó de una grave enfermedad
y murió. La viuda en su desesperación llamó a Elías.
Elías
tomó al niño en sus brazos y lo llevó a su cama. Entonces oró a
Dios pidiendo un milagro. Después Elías hizo algo muy sorprendente.
Se echó encima del cuerpo del niño tres veces y pidió a Dios que
hiciera que el niño volviera a vivir.
Y
así sucedió, el niño revivió. Elías lo llevó en sus brazos
a su madre - Tu hijo vive, le dijo
La
viuda estaba feliz, no solo había visto como por medio de Elías su
hambre se había acabado sino que ahora su hijo, que había muerto,
volvía a la vida.
-
Ahora se que eres un hombre de Dios, y que la Dios habla de verdad
por medio de ti, le dijo la mujer.
No
hay nada imposible para Dios. Si creemos y obedecemos, Dios puede
hacer grandes milagros.
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