Tras
la muerte de Salomón, en Israel hubo otros reyes. Acab fue uno de
los reyes de Israel, el peor que tuvo el pueblo de Dios. Acab estaba
casado con una mujer perversa llamada Jezabel, esta mujer convenció
al rey Acab para adorar a un dios falso llamado Baal. Acab incluso
construyó un templo para honrar a Baal y levantó una imagen del
dios Asera, para que todos fueran a adorarlo, y así fue como el
pueblo de Israel se volvió idólatra. Dios condena la idolatría así
que Dios estaba muy enfadado con su pueblo y con el rey Acab.
Pero
había un hombre en Israel llamado Elías que amaba al Dios
verdadero. Elías era un profeta. Un profeta, en el Antiguo
testamento era un mensajero de parte de Dios. El profeta debía de
llevar un mensaje a la persona, ciudad, pueblo... que Dios le
ordenara. En ocasiones estos mensajes no eran buenos.
Elías
llegó al palacio del rey y le transmitió el mensaje dado por Dios:
"Mi Dios, que es el Dios de Israel dice que no habrá lluvia ni
tan siquiera rocío en todos estos años sino por mi palabra. Tus
ídolos no pueden hacer que llueva". Dicho esto salió
rápidamente del palacio, este mensaje era terrible para el pueblo,
significaba que la tierra se secaría, que las plantas no crecerían
y que los animales no tendrían que comer... las personas y los
animales se morirían de hambre. El rey Acab debía de estar muy
enojado por lo que había escuchado de Elías.
Dios
le había advertido a Elías que después de profetizar saliera
corriendo a esconderse al arroyo de Querit junto al río Jordán.
Elías obedeció, sabía que su vida estaba en peligro, Acab lo
culparía de la sequía pero él también debería sobrevivir en
medio de la situación de hambre que estaba llegando.
Dios
había prometido a Elías que Él enviaría cuervos a alimentarle
"Cuando tengas sed bebe del arroyo y cuando tengas hambre no te
preocupes, yo enviaré curvos que te lleven el alimento que
necesites".
Elías
se fue junto al arroyo, se sentó, y allí pensó en todo lo que le
había sucedido últimamente cuando repentinamente escucha unos
graznidos a su alrededor. Elías miró y vió como unos enormes
cuervos negros venían hacia él, soltaban algo. Era tal y como le
prometió Dios. Cada día Elías era visitado por los cuervos que le
llevaban pan y carne por la mañana y por la tarde.
Al
cabo de un tiempo el arroyo se secó porque no llovía, pero Dios lo
cuidó cada día. Elías obedeció a Dios y Dios proveyó de alimento
cada día para él.
DIOS
NOS CUIDA Y NOS DA LO QUE NECESITAMOS CADA DÍA
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